Visión clásica de la inteligencia

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La inteligencia emocional en la antigüedad la valoramos como una aptitud en el ser humano, pero recordando la vida de los griegos: ellos consideraban la sabiduría por delante de todo; de hecho, los sabios más reconocidos de la Antigua Grecia eran filósofos, personas prudentes, pacientes, sabias y tolerantes.

La sabiduría es en general, lo que conocemos en la actualidad como inteligencia emocional. 



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Y como dijo Aristóteles: “Cualquiera puede ponerse furioso… eso es fácil. Pero, ponerse furioso con la persona correcta, en la intensidad correcta, en el momento correcto, por el motivo correcto y de la forma correcta...  eso no es fácil”. Cuando podamos llegar a, al menos saber llevar este tipo de situaciones, podremos decir que somos personas emocionalmente inteligentes.


Desde este punto de vista nos acordamos de algún episodio de nuestra vida en el cual perdimos el control de una situación y, al cabo del tiempo, nos hayamos arrepentido e intentado reparar nuestro error poniendo en marcha una cualidad de las personas emocionalmente inteligentes: la capacidad de reconocer errores. Quienes no lo han hecho y han intentado justificar su comportamiento diciendo que han sido impulsadas a actuar así, tendrán que revisar algún decálogo de los que hay hoy en día para progresar en sus relaciones interpersonales.


El estudio de las emociones y pasiones humanas es un tema muy tradicional en la historia del concepto filosófico. El conocer nuestro pasado filosófico, nos ayuda a comprender el comienzo de nuestro comportamiento emocional que vivimos en la actualidad.



En 1920, Edward L. Thorndike, ya definió lo que él llamó “inteligencia social”, una habilidad para comprender y motivar a las personas. David Wechsler, llegado a los años 40 dejó claro que “ningún test de inteligencia podría ser válido si no se tenían en cuenta aspectos emocionales”. Más tarde, Howard Gardner, implantaría la séptima de sus inteligencias, la llamada inteligencia interpersonal, muy parecida sin duda a la emocional.

Sin embargo, fue en 1985 cuando apareció por primera vez el término “inteligencia emocional” gracias a la tesis doctoral de Wayne Payne,, cuyo título Un estudio de las emociones:el desarrollo de la inteligencia emocional. En 1995, un psicólogo y periodista norteamericano llamado Daniel Goleman indagó en algo que nos ha hecho descubrir a todos y que aún no se ha detenido: el poder que tiene las emociones sobre lo que somos, lo que hacemos y en cómo nos relacionamos.

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